viernes, 5 de abril de 2013

Somos polvo de estrellas

 



 

Somos polvo

Andrea Bárcena

Polvo somos… de estrellas, y en polvo de estrellas nos convertiremos, aseguran la física teórica y las ciencias del espacio. La doctora Carolyn Porco, científica planetaria, investigadora del Sistema Solar exterior, dice: “Todos los átomos de nuestro cuerpo serán enviados al espacio cuando el Sistema Solar se desintegre, para vivir por siempre como masa o energía, y eso es lo que deberíamos estar enseñando a nuestros niños…”
 
Lawrence M. Krauss, doctor en física teórica, del MIT, sugiere que a los niños se les hable del origen de la vida así: Cada átomo de tu cuerpo vino de una estrella que estalló.
 Y los átomos de tu mano izquierda probablemente vinieron de una estrella diferente a los de tu mano derecha. Es realmente la cosa más poética que conozco de la física: todos somos polvo de estrellas.
Tú no estarías aquí si algunas estrellas no hubieran estallado, porque elementos como el carbono, el nitrógeno, el oxígeno, el hierro y demás sustancias necesarias para la vida no fueron creados al principio del tiempo, sino en los hornos nucleares de las estrellas.
Entre los siete saberes necesarios, que el científico Edgard Morin plantea en la propuesta que la Unesco le encargó preparar para educar a los niños para el futuro, está el de Enseñar la condición humana, y ese saber incluye que comprendan la condición cósmica y el destino común de la humanidad.
 Ellos deben ser informados de que estamos en un gigantesco cosmos en expansión constituido por miles de millones de galaxias y miles de miles de millones de estrellas y que nuestra Tierra es un trompo minúsculo que gira alrededor de un astro errante, el Sol, en la periferia de una pequeña galaxia. Somos a la vez cósmicos y terrestres. En cierto modo, nuestra existencia es una casualidad cósmica de organización bioquímica de la materia.
Como al gran Galileo, a los niños no les gustan los dogmas, piden verdades y preguntan: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Y las preguntas estropean los dogmas.
Es recomendable estimular a los niños a preguntar y evitar que la doctrina religiosa interfiera la comprensión científica de la vida. La educación escolar debe ser laica no sólo para sustentar la democracia, sino también para el desarrollo del pensamiento lógico y la conciencia de causalidad de los estudiantes. Se me objetará que es necesario dar valores morales a los niños, pero una cosa es la educación espiritual y otra muy distinta la religiosa.
Una formación ética debe preparar a los niños para ser responsables de su conducta, en vez de inducirlos a creer que su suerte, la del país o la del mundo dependen de la voluntad de Dios y no de las acciones humanas.